Podríamos suponer que todos los asistentes a una reunión religiosa comprenden la naturaleza y el propósito de cada encuentro. No obstante, la experiencia nos ha enseñado que, aunque todos ingresan al mismo auditorio, no todos ven lo mismo, esperan lo mismo ni experimentan lo mismo. Aún: las expectativas pueden variar radicalmente de una persona a otra, esto radica en que cada persona llega con sus propios problemas, dudas, temores, precepciones y creencias.
En medio de este mar de personas, podemos identificar al menos tres tipos distintos. En esta ocasión, deseo ofrecer una mirada reflexiva a las características de cada uno, analizando cómo perciben y actúan dentro del ámbito eclesial.
Estos tres tipos de personas les vamos a dar un seudónimo para comprender su naturaleza, ellas son: la oveja, el lobo y el Pastor.
La primera actitud es la de las ovejas. En la Biblia, los hijos de Dios son llamados ovejas (Juan 10:27). Existen más de 900 razas de ovejas reconocidas en todo el mundo, aunque no todas se consideran especies distintas. En términos biológicos, todas pertenecen a una sola especie: Ovis aries, la oveja doméstica.
Las ovejas son animales domésticos, conocidos por su timidez y temor. Un ruido inesperado puede hacer que huyan en grupo, siguiendo una misma dirección. También se distinguen por su excelente olfato, capaz de detectar olores a grandes distancias.
Su visión, aunque buena, posee una característica particular: su campo visual es estrecho y frontal, lo que significa que sólo pueden ver correctamente hacia adelante, con limitada visión lateral. Además, tienen un agudo sentido del oído y son muy sensibles con sus orejas, evitando que se las manipule con facilidad.
Seguramente, la analogía que Jesús hace entre las ovejas y los hijos de Dios tiene relación con sus actitudes. No porque seamos considerados animales —ni más faltaba—, sino porque la oveja necesita ser cuidada, alimentada, guiada y dirigida. A esto se le llama pastoreo.
Esta imagen nos lleva a reflexionar que la oveja espiritual está llamada a vivir en total dependencia del Buen Pastor. Justamente reflexionaremos ahora sobre esta noble labor.
La segunda actitud es la del pastor, en la biblia encontramos tres referencias a quien se les atribuye este título, En primer lugar el salmo 23 lo atribuye a Jehová, en segundo lugar Jesús mismo se atribuye este título (Juan 10:11-16); en tercer lugar el título de pastor es otorgado a los dones hombre entregados a la iglesia, (Efesios 4:11)
La palabra pastor proviene tanto del hebreo como del griego, Del Hebreo: רֹעֶה (ro‘eh) — “el que apacienta”, “el que alimenta”, usado en el Antiguo Testamento (por ejemplo, en Génesis 4:2 para describir a Abel); Del Griego ποιμήν (poimēn) — “pastor”, “guía”, “cuidador”. (Juan 10; efesios 4)
La analogía que Jesús hace en relación con el pastoreo transmite la imagen de un cuidador: alguien que alimenta, apacienta y guía con ternura y firmeza. El pastor, según el diseño divino, ha sido llamado para ejercer este oficio con aquellas personas que le han sido confiadas, reflejando el carácter del Buen Pastor.
Esta responsabilidad no es meramente funcional, sino profundamente espiritual. El pastor debe recordar las palabras de Jesús: “Pastorea mis ovejas” (Juan 21:15–17), una exhortación que implica amor, compromiso y obediencia.
Es fundamental que los pastores nunca pierdan de vista que el rebaño que cuidan no les pertenece; es propiedad del Señor. Ellos son administradores, no dueños, llamados a servir con humildad y reverencia. Para ampliar este punto te invito a seguir este enlace: https://crckennedy.blogspot.com/2021/09/pastorea-mis-ovejas.html Ahora bien, tanto el Pastor como las ovejas tiene un enemigo en común, El lobo. De esto reflexionaremos ahora.
En tercer lugar, el lobo; Así como la figura del pastor y la oveja es recurrente en la Escritura, también el lobo aparece en diversos pasajes bíblicos (Génesis 49:27; Jeremías 5:6; Ezequiel 22:27; Sofonías 3:3; Juan 10:12; Mateo 7:15; Mateo 10:16; Lucas 10:3). En cada uno de ellos se nos revela algo de su naturaleza: se le describe como rapaz, destructor, desgarrador de presas, insaciable, dispersador y engañador. No se trata de satanizar al animal en sí —pues es parte de la creación de Dios— sino de utilizar su comportamiento instintivo como una analogía espiritual que nos advierte sobre ciertas actitudes que pueden manifestarse incluso dentro de la iglesia del Señor.
La esencia de esta figura es clara: destruir, dañar y dividir. Jesús mismo nos alertó sobre esta realidad, reconociendo que tales actitudes pueden encarnarse en personas que aparentan ser parte del rebaño, pero cuya intención es otra. Él dijo: “…el lobo arrebata las ovejas y las dispersa.” (Juan 10:12b). Esta advertencia no solo nos llama a estar vigilantes, sino también a cultivar discernimiento y proteger con amor y firmeza la unidad del cuerpo de Cristo.
Así como ocurre en un rebaño, también en la iglesia de Cristo se manifiestan ciertas actitudes.
En el mundo animal, la oveja es, sin lugar a dudas, presa del lobo. Este, guiado por su instinto cazador, busca dividir el rebaño y acecha para satisfacer su propio bienestar.
El pastor, en cambio, ha sido puesto para proteger y guardar el rebaño, incluso si ello implica enfrentar al lobo y, de ser necesario, neutralizarlo para preservar la vida de las ovejas.
Estas tres figuras nos dejan una enseñanza muy enriquecedora, debemos conocer y saber cuál es la actitud de cada uno, debemos entender cómo actúa cada parte dentro de la iglesia del Señor, comprendiendo esta verdad podremos escalar un peldaño más en la madurez espiritual.
La oveja piensa en ser cuidada; el pastor se enfoca en cuidar; el lobo busca destruir.
Los hermanos amados que forman parte de la congregación sin un llamado ministerial suelen pensar y actuar como ovejas: su enfoque natural es mirar hacia adelante, esperando ser alimentados. Esto no es ni bueno ni malo en sí mismo, simplemente refleja su naturaleza espiritual.
El pastor, en cambio, ha recibido de Dios el llamado a velar por el rebaño. Su preocupación no es solo alimentar, sino también proteger, guiar y discernir. Mientras la oveja no posee la capacidad de ver con perspectiva amplia, el pastor sí: su naturaleza le impulsa a atender al conjunto, cuidando cada vida con diligencia y amor.
En contraposición, aparece la figura del lobo. No es simplemente alguien confundido, sino alguien cuya naturaleza espiritual se ha desdibujado. Su enfoque no es edificar, sino dividir; no es sanar, sino herir. Estos “hermanos” —entre comillas— poseen una habilidad sorprendente para criticar sin edificar, desanimar sin consolar, y encontrar problemas donde no los hay. Su presencia no construye, sino que amenaza con desgarrar el tejido de la comunión. Se no esta permitido ser oveja o Pastor, pero que Dios nos guarde de ser el lobo de la congregación
#ElPasDanny
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