Quiero discernir la diferencia entre la presencia de Dios y la comunión con Él, aclarando aquellos enfoques evangélicos que privilegian la experiencia emocional por encima de una relación íntima, profunda y personal con el Creador.
Por ello escuchamos y pronunciamos expresiones como:
• “¿Cómo te sentiste hoy en la reunión?”
• “¿Sentiste la presencia de Dios?”
• “Hoy no sentí la presencia del Señor.”
• “El culto de hoy estuvo espectacular; la presencia de Dios se manifestó de manera muy especial.”
• “Hoy el culto estuvo algo apagado, no se sintió la presencia de Dios”
Otra frase muy común en nuestro ambiente eclesial es “yo siento”. Esta afirmación resulta especialmente poderosa, pues, a partir de ella, se toman decisiones trascendentales, donde se resalta el valor de un impuso emocional incluso por encima de la verdad de la razón.
¿Qué entendemos culturalmente por presencia de Dios? En primera instancia debemos aclarar que este concepto es 100% evangélico o protestante, es naturalmente una jerga eclesiástica, seguramente una persona que no pertenezca al círculo evangélico no identifica el significado de esta frase con sus prácticas cotidianas y religiosas.
Presencia de Dios, es generalmente asociada con experiencias emotivas o sensoriales, la presencia de Dios es asumida, o entendida como un calor, un corrientazo, un viento, un escalofrió, un éxtasis o trance, o cualquier otro tipo de experiencia corporal. Curiosamente en practicas de religiones paganas, politeístas también se experimenta este tipo de sensaciones.
¿Manifestación o descontrol emocional? Los movimientos ultra pentecostales han tomado como practicas eclesiásticas reuniones donde se ve a las personas entrar en comportamientos abiertamente anormales, que pasan a la ridiculez y la vergüenza. Personas saltando, corriendo, gritando, brincado de manera descontrolada, Lideres promoviendo desde el pulpito tiempos de histeria colectiva, llevando a las personas experimentar transes y comportamientos abiertamente anti naturales.
Concluyendo este punto debemos enfatizar que no todas las experiencias emotivas, sensoriales en si mismas son la manifestación de la presencia de Dios, estas pueden ser producto de la histeria colectiva, producto de una impresión, o el resultado de un ambiente religioso promovido para tal fin. Es muy peligroso determinar que siempre que se sienta algo es la presencia de Dios, y el no sentir nada la ausencia de la presencia de Dios.
¿Qué es entonces la presencia de Dios? ¿Existe tal cosa o es una invención religiosa para la manipulación de las personas? En la biblia encontramos claramente que Dios se manifestó de múltiples maneras, en diversas oportunidades y a diferentes personajes. La presencia de Dios se refiere a la manifestación activa y relacional con su creación, especialmente cuando Él se revela de manera tangible, personal y transformadora. En efecto, los relatos bíblicos nos dejan ver en algunas oportunidades cuando Dios se manifestó a algunas personas sin duda alguna experimentaron algo en sus cuerpos, no obstante lo relevante del asunto no es lo que se siente, no es la experiencia como tal sino el mensaje, plan y objetivo de Dios con tal manifestación, Dios no está interesado en manifestarse para que sus criaturas tengan una mera sensación corpórea, ya que las experiencias emotivas, pronto desaparecerán y no queda en ocasiones ni el recuerdo de dicha experiencia.
Podemos concluir a luz de las escrituras que la presencia de Dios se manifiesta de dos maneras específicas, una es su omnipresencia y la otra es su presencia manifiesta.
• En primer lugar, el salmista en el Sal 139:7–12 nos deja ver como la manifestación de Dios está presente en toda su creación. Dios existe y sostiene todo en todo lugar simultáneamente. Este atributo eterno garantiza que “los ojos del Señor están en todo lugar”. Esta idea describe la dimensión universal de Su ser, no necesariamente una experiencia consciente por parte del creyente; donde muchos no logran percibir la presencia de Dios en la creación.
• En segundo lugar, se trata de momentos específicos en los que Dios se revela de forma tangible, por ejemplo: Su gloria se manifestó en el monte al momento de dar los mandamientos al pueblo, (Ex 19) en otra oportunidad Su gloria llenó el tabernáculo, (Éx 25:8; 2 Crón 5:13–14); el día de pentecostés el aposento alto fue lleno de la gloria de Dios. (Jn 1:14; 1 Co 3:16). Podemos encontrar a lo largo de los 66 libros de la biblia como Dios de manera específica se manifestó.
Manifestación corpórea. Sin duda alguna cuando la presencia de Dios irrumpe en el ámbito humano algo pasa, los relatos bíblicos y la propia experiencia personal nos afirman que, en efecto, a la visita de Dios podemos llegar a experimentar algún tipo de sensación.
• Moisés cayó de rodillas ante la presencia de Dios.
• Isaías exclamo sentirse muerto ante la visita de Dios.
• Los soldados de la guardia ante la presencia de Cristo, cayeron al piso.
• Pablo en el camino a damasco cae al piso ante la presencia de Jesús.
A modo de evidencia podemos mencionar estos ejemplos sin resaltar que muchos otros hombres de la biblia en efecto sintieron algo y respondieron espontáneamente ante la presencia del Señor. Cabe resaltar que ningún relato bíblico muestra algún tipo de descontrol emocional como lo encontramos hoy en algunos círculos religiosos.
En efecto, al ser seres emocionales y sensoriales, fuimos creados con la capacidad de sentir y experimentar. Estas facultades nos fueron otorgadas por Dios; sin embargo, el inconveniente radica en que, tras la caída, todas estas características fueron gravemente afectadas, al punto de que el ser humano tiende a manipularlas según sus erradas conveniencias.
Aunque las emociones fueron otorgadas por Dios y se vieron afectadas por la caída, no debemos satanizarlas. Es necesario ejercer gran discernimiento al emitir juicios de valor, pues podríamos desacreditar una manifestación genuina nacida de un encuentro con Dios. Lo que sí es evidente es que las emociones, como todo aspecto de nuestra humanidad, deben ser tratadas con sabiduría y sometidas al señorío de Cristo.
En contraste con el concepto de la presencia de Dios, se encuentra la comunión con Él: dos realidades que, en el imaginario humano, han permanecido divididas y frecuentemente entendidas como asuntos separados. Esta separación en ocasiones ha llevado a que la comunión sea menospreciada, eclipsada por el énfasis desmedido en las experiencias personales.
¿Qué entendemos por comunión con Dios? Es importante aclarar que, al hablar de comunión, no nos referimos a la práctica sacramental que tradicionalmente entiende el mundo católico romano — la participación en la Eucaristía —, sino a un concepto distinto, basado en el criterio del contexto bíblico. La comunión que abordaremos aquí implica una relación viva, consciente y continua con Dios, fundamentada en Su revelación y sostenida por el Espíritu.
Deseo establecer una diferencia radical entre estos dos conceptos: el trato personal con Dios y aquello que este trato puede generar. Aunque están vinculados, representan dimensiones distintas. En muchas prácticas religiosas, suele privilegiarse la “presencia” divina, dejando de lado lo que debería ser central: la comunión. Entonces, ¿Cómo debemos entender la comunión?
En la RV60 el término “comunión” aparece un promedio de 18 veces, este término tiene tres origines en el hebreo con sus respectivos usos.
Séaj = Meditación, pensamiento, comunión reflexiva. Este término podemos encontrarlo en algunos salmos donde comunión está vinculada a una meditación profunda en Dios; Esta meditación tiene que ver con un sincero y profundo escudriñar de Dios y en Dios. Salmo 119:17 ““Hazme entender el camino de tus preceptos, y meditaré (שֵׂחַ - séaj) en tus maravillas.”
Sod = Secreto, intimidad, compañía cercana. Esta palabra hebrea está vinculada estrictamente a la relación que Dios tiene con aquellos que le temen. implica estar dentro del círculo de confianza de Dios, como quien participa en Su consejo secreto. Es una palabra que sugiere revelación espiritual profunda, reservada para quienes tienen una relación reverente con Él. Salmo 25:14 " La comunión íntima (סוֹד - sod) de Jehová es con los que le temen, y a ellos hará conocer su pacto.”
Jabar = Describe un vinculo estrecho, tanto a nivel personal como a nivel espiritual. Esta palabra hace referencia a una amistad profunda y sincera, puede aplicarse también a una relación espiritual intima y estrecha con Dios. Salmo 94:20 “¿Se juntará (חָבַר - jabar), contigo el trono de iniquidad, que hace agravio bajo forma de ley?”
El término “comunión” posee una fuerza profunda, pues remite no a una mera experiencia emocional, sino a una relación íntima y constante con Dios. Aunque esta comunión puede incluir manifestaciones sensibles o sobrenaturales —ya sea en la naturaleza o en la vida del creyente—, su esencia no depende de ellas. Las Escrituras muestran que la verdadera comunión con Dios trasciende lo emocional: es una participación reverente en Su presencia, Su consejo y Su propósito.
¿Presencia o comunión? Con frecuencia, las personas otorgan mayor valor a las manifestaciones visibles de la presencia de Dios que a la comunión íntima con Él. Sin embargo, es la comunión —una relación constante, profunda y transformadora— la que debe ocupar el lugar central en nuestra vida espiritual. Más que buscar momentos de impacto, estamos llamados a cultivar una conexión estrecha y continua con Dios, donde Su presencia no solo se experimenta, sino se comparte en fidelidad y reverencia.
Enfocarse en la presencia como mera manifestación puede ser espiritualmente riesgoso, pues corremos el peligro de volvernos dependientes de experiencias emotivas. Cuando estas no se hacen evidentes, podríamos llegar a pensar erróneamente que hemos perdido la comunión con Dios. En cambio, centrar nuestra vida en la comunión —una relación íntima, constante y reverente con Él— produce una práctica cristiana estable, enfocada en lo verdaderamente esencial. Es posible que, en el contexto de esa comunión, surjan experiencias o manifestaciones; sin embargo, debemos afirmar con claridad que estas son consecuencia de la comunión, no su propósito principal.
"La presencia es como ver el resplandor de una lámpara encendida; la comunión, en cambio, es caminar día a día guiado por su luz. Uno te impacta, el otro te guía."
Josué D. Aya
Ps. CRC Kennedy
#ElPasDanny
Estimado Daniel, tu reflexión sobre la diferencia entre la presencia de Dios y la comunión con Él es profundamente necesaria y acertada en este tiempo. Sin embargo, me gustaría añadir una perspectiva bíblica que complementa tu planteamiento. Para los creyentes en Cristo, la presencia de Dios no es algo intermitente ni circunstancial, como si dependiera de cómo nos sintamos o de cuán intensa sea una reunión. La Escritura afirma que el Espíritu Santo habita permanentemente en nosotros (Juan 14:16-17; 1 Corintios 6:19). La promesa de Jesús fue clara: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). Esta presencia no se “activa” en ambientes emocionales, sino que es una realidad constante para todo aquel que ha nacido de nuevo. Confundir la presencia con la manifestación sensible de ella puede llevar a errar espiritualmente, al pensar que si no sentimos algo, Dios no está con nosotros. La presencia es inmutable; lo que varía es nuestra percepción o sensibilidad a ella. Lo que necesitamos cultivar no es más “presencia”, sino más comunión: una relación íntima y continua con Dios, sostenida por la fe, la Palabra y la obediencia diaria. Así, caminamos no por vista ni por sensación, sino por fe (2 Corintios 5:7).
ResponderEliminarEn resumidas cuentas: Para un nacido de nuevo la presencia de Dios está en él cada segundo de su vida. Es imposible alejarse de la presencia de Dios. Lo que sí se puede romper es la comunión, y esto, debido a nuestro pecado o a nuestra indiferencia hacía Dios. 22 Y no me invocaste a mí, oh Jacob, sino que de mí te cansaste, oh Israel. 23 No me trajiste a mí los animales de tus holocaustos, ni a mí me honraste con tus sacrificios; no te hice servir con ofrenda, ni te hice fatigar con incienso. 24 No compraste para mí caña aromática por dinero, ni me saciaste con la grosura de tus sacrificios, sino pusiste sobre mí la carga de tus pecados, me fatigaste con tus maldades. Isaías 43:22-24 RVR60
El Señor te siga bendiciendo en todo.
Ps. Víctor Manuel Buitrago Cruz.
London Canadá