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Protagonistas de la fe

A llegado la hora de recuperar nuestra propia espiritualidad. 

La tradición religiosa heredada del catolicismo romano ha tenido consecuencias significativas en la forma en que las personas se relacionan con Dios. Entre estas, destaca la falta de una relación personal, permanente y profunda, así como una notable ausencia del servicio activo a Dios.

Al abandonar la tradición romana y adentrarse en los caminos del cristianismo, muchos experimentan un fenómeno peculiar. Lamentablemente, una gran mayoría de creyentes conserva una mentalidad litúrgica y un énfasis sacerdotal propios del catolicismo romano, lo que los lleva a comportarse de manera similar, buscando replicar el mismo modelo al que estaban acostumbrados.

Esta es una crítica que muchas personas han planteado a lo largo de la historia. Desde una perspectiva bíblica, se podría argumentar que el énfasis debería estar en una relación directa con Dios, como se menciona en pasajes como Hebreos 4:16: "Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro". Este versículo, entre otros, sugiere que la conexión espiritual no requiere intermediarios.

El riesgo de depender excesivamente de un líder religioso puede llevar a que las personas confundan la fe en Dios con la lealtad a un ser humano. Esto podría desviar a algunos del propósito principal de la espiritualidad, que es una conexión genuina y personal con lo divino. Sin embargo, el rol de los líderes religiosos también puede ser visto como guía, ayudando a las personas a profundizar su fe y comprender mejor las Escrituras.

Es interesante cómo diferentes tradiciones cristianas interpretan estas cuestiones. Por ejemplo, el protestantismo enfatiza el concepto de "sacerdocio de todos los creyentes", promoviendo la idea de que cada persona tiene la capacidad y responsabilidad de servir a Dios. 

Demos un vistazo a estos dos fenómenos brevemente. 

En primer lugar el tema de la relación personal con Dios muestra, lamentablemente, cómo algunos creyentes limitan esta relación a un día y una hora específica a la semana. Es decir, se reduce únicamente al momento del culto semanal, siendo solo en este espacio cuando oran, alaban y leen la Biblia. Sus múltiples ocupaciones y los afanes de la vida les impiden dedicar tiempo durante la semana para su comunión con Dios.

Este fenómeno presenta un aspecto adicional: la creencia de que el líder religioso es el único encargado de sostener y mantener este tipo de relación con Dios, para luego transmitirla a los feligreses de alguna manera. Como resultado, algunos acuden en busca de oraciones milagrosas hechas por sus líderes, a pesar de que ellos mismos podrían orar. Cabe aclarar que esto no significa que solicitar una oración de apoyo sea algo inapropiado. Erróneamente algunos creyentes creen que el pastor es la persona que debe orar y buscar los asuntos espirituales ya que le es indispensable para ejercer correctamente su ministerio, y por consiguiente para ellos es una opción mas como la de ir al solón de belleza o lavar su vehículo.  

El segundo aspecto no es menos grave y se relaciona, precisamente, con el llamado a extender el evangelio. Lamentablemente, la idea de que un líder asuma toda la responsabilidad de este noble oficio sigue profundamente arraigada en la mente de muchos hijos de Dios. Sin embargo, esta forma de pensar está completamente alejada del fundamento y la enseñanza bíblica.

El pastor es, al igual que los demás, una oveja dentro de la congregación. Aunque es posible que sea el miembro con mayor responsabilidad, esto no exime a los demás del llamado y la responsabilidad que Dios ha dado a todos sus hijos para llevar el evangelio al mundo.


En Cristo, el ser humano, pecador pero redimido, goza de un estatus único y especial que lo capacita para cumplir con la designación de Dios. Así lo expresó claramente el Apóstol Pedro: "Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable" (1 Pedro 2:9).

Estos privilegios no son como diplomas para colgarlos en un muro espiritual, ¡en absoluto! Más bien, representan la riqueza y la grandeza otorgadas por la gracia salvadora. A través del poder del Espíritu Santo, estamos capacitados para proclamar las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable. Esto permite que la obra de Dios continúe cumpliendo su propósito: salvar tantas almas como sea posible, para la gloria y el reino de Dios.

En 1 Corintios 9:16 encontramos la siguiente reflexión del Apóstol Pablo: "Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!" Qué palabras tan poderosas. La predicación del evangelio no se trata de obtener aprobación social ni de alimentar nuestro estatus con "likes". El Apóstol deja claro que hay una necesidad imperiosa en su vida, una fuerza que lo llevó a predicar. Y qué manera tan extraordinaria de hacerlo, proclamando lo que él mismo llamó "el poderoso evangelio de salvación".

Es el momento de ser protagonistas de nuestra fe. El llamado de Dios es personal e intransferible, Dios nos ha dejado una tarea privilegiada, fuimos escogidos, redimidos, salvos, para llevar este mensaje de salvación al mundo.  

"Por tanto Vayan" Fue la instrucción de nuestro señor. Si Cristo te llamó, y te capacitó con el poder de su Espíritu Santo, entonces solo necesitas obedecer su mandato, tenemos a nuestro alcance diferentes oportunidades, formas y estrategias para cumplir la gran comisión, La sala de tu casa, la cafería del barrio, El comedor de la Universidad o del trabajo, cualquiera de las redes sociales, nuestro campo de acción es muy amplio. ¿Qué esperas para ser protagonista de nuestra fe? Deja de esperar que otros lo hagan.

#ElPasDanny





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